Han de contarse muchas historias del viejo pero ninguna sobre él mismo. Todas hablan de verdades y hazañas cuestionables. Lo prefiero como un hombre sin cualidades extraordinarias, cercano, palpable. A placer personal, ser venerado como un santo, al cual pones a calentar con un velón, le detesta. Se nota en su mirada y el seño gracioso de la frente, una arruga sonriente. Siempre presente cuando uno de los suyos, los antecesores, sus familiares, lo ponen como ejemplo de vida, el comportamiento perfecto, el ser humano intachable.
-¡Ese es mi abuelo Pedro! Como él ninguno. Aparte de mi padre, uno de los pocos hombres que merece a una mujer. Dice mi hermana Lucia.
Como si las mujeres fueran musas y diosas, para nada. Solo mortales con deseos igualmente mundanos al de los hombres. El día en que mi hermana encuentre un hombre con las características del viejo, realmente se sentirá decepcionada, nada nuevo tiene el pobre senil, solo años nuevos en un cuerpo ambiguo.
Cierto día de octubre, me toco cuidarlo pasada la hora del almuerzo. Mi abuela decidió reclamar la pensión, después de tres años de ausencia, en el Banco de Colombia. Sería una larga tarde para quienes la acompañaban y para mi presencia en su casa con el anciano.
Conozco la personalidad maniaco-descriptiva de “Abuelo” y ese adorno especial en sus narraciones. A veces, imposibles de creer. Dudo, en grado sumo, que conozca a personajes literarios como Edgar Allan Poe, Borges, Cortázar e incluso el más cercano cuentero, Carrasquilla. Todos para él, hombres y no leyendas. En su desconocimiento lingüístico posibles de superar con historias contadas, de aire poético y surrealista. Propias de épocas románticas y personas bien habladas. No se siente menos, no se siente mayor…
Esa tarde pensaba en el sueño, a posteriori, provocado por una de sus historias contadas sin trama lineal, fundidas una sobre otras, trastocadas, carentes de cronologías y con personajes multifuncionales, llenos de apodos costumbristas. La mente divagaba entre posibles salidas al aburrimiento que suscita escucharlo.
Al dirigirme a su recamara, observe a él tipo dormido con los ojos medio abiertos. Cuando nota que se encuentra solo, que estoy con él, me saluda moviendo la cabeza de arriba abajo, por mi parte le doy un abrazo y un pico en la calva. El televisor esta encendido en un canal cristiano, esos que dan misa cada cinco horas, a pesar de ser el mismo evangelio para el día, siempre hay una reflexión distinta ¡Vaya ingenio el de esos curas!
-La verdad no tienen nada que hacer. Exclama el viejo, ahora más activo
- ¿No te gusta? Pensé que te acostumbraste a rezar desde hace mucho tiempo.
-No, para nada. Margarita es la que tiene la obsesión con “chucho” la virgen María o cualquier otro santo con nombre gracioso y casto. Echa un vistazo.
La habitación principal no tiene pinta de pareja enamorada, al contrario, parece la catedral perdida de alguna parte. Cada rincón ostenta la rigidez y geometría católica de seres irreales, puros o poco contentos con el deseo. Entregados en cuerpo y vida a una disciplina trasgresora de lo humano, trascendentalmente moral.
-¡Sabes hace cuanto tiempo no tengo sexo!
-Todavía piensas en eso viejo ¡no puedo creerlo!
-¿A caso fue una pregunta? Tú debes saber ya sobre coger a una chica, estas en la edad dorada
- ¿Qué canal deseas ver? …
- No me cambie el tema mocoso
- Prefiero no hablar del asunto
-Todos quieren, hablan y deben hablar de sexo, no te hagas el indiferente, el loco.
Sonrió nerviosamente y veo su cara picara, deseoso por coger alguna mujer que lo haga estallar en orgasmos y solo así salir del letargo en sus piernas, inmóviles por la vejez.
-¿Alguna vez le has hecho el amor a una virgen? Dice el viejo
- No, nunca
-Es la mejor sensación del universo, ni el putas es tan dichoso
-¿Porqué lo dices?
-Descubres que eres el hombre más perverso entre todos
-Perverso…
-Sí, la verdad robarle la santidad a una mujer virgen es algo maquiavélico y en extremo excitante. Deberías probar. Cuando escuchas su dolor, el placer del hombre se hace mayor. Pareciera que usurpas el puesto a Dios por unos cuantos minutos, nada importa, nada trasciende.
- En verdad estás loco, eres un viejo verde
- Un día, un día me entenderás…
Pronuncio varias veces las mismas palabras hasta que se quedo dormido con la lengua afuera. Yo era un idiota sentado al borde de su cama. Pensando en escribir historias más puras.