martes, 4 de octubre de 2011

El sillón

Frank se dio unos cuantos disparos en la cabeza, probó la marihuana traída de la selva. Sentado en un sillón, iba al encuentro de sus pensamientos. Su vida vampírica o noctambula pronto paso cuenta de cobro, le raptaría las ganas de soñar. Lo deseaba con vehemencia. Minutos antes camino por la calle, las manos le pesaban y sus ojos parecían un par de carbones ardiendo. Era un cuerpo sin alma. Un zombie sin esperanza.

Cruzo puentes, miro los casinos desde afuera, comió demasiado para conservar un poco de energía y mantener la posición firme de su cuerpo. Pero a cada paso, se encorvo, más y más. Sin poder cerrar los ojos, no duro media hora fuera de casa, se hizo con una Marihuana que le ofreció un chamaco en la esquina. No le provoco una reacción violenta, a pesar de no haber consumido cualquier droga en su vida. Dirigió sus pasos a la sala, encendió el pucho con la hierba, sentado en un sillón, iba al encuentro de sus pensamientos.

Minutos después, vagando estuvo su alma, la razón lo confundió entre maravillosos mundos imaginarios. Ciertos cosmos de los cuales no deseo despertar o en el mejor de los casos abandonar con primicia. Donde la realidad era lo que menos le importa, donde los antojos oscuros y las emociones vánales se acomodaron al gusto inconsciente.

Pensó en Patricia y Adriana, las mujeres amadas… Entre alucinaciones, su cabeza jugaba creando dos personalidades distintas, dos mujeres completamente opuestas, tiernas y fuertes a la vez; inquietas y seguras, pero ambas femeninas.

Eran sus dos mujeres… Fiel a una y a las dos por igual. <> murmuraba. Sí la morena o la rubia ¿Cómo encontrar una pista? ¿Cómo distinguirlas?, Lo único claro que tenía es que ambas estaban en sus delirios. Un amor dividido en tres, las dos y la real. Sentado en un sillón, iba al encuentro de sus pensamientos.

La ilusión era su realidad. Quiso soñar de nuevo para levantarse del sillón. Pero antes, deseo arrancar la máscara de su pulida cara, descubrir la identidad secreta de las dos mujeres y la real. Entregarse finalmente a ella. Mantuvo la mente nublada, asustado por ese despertar tan esperado, próximo en el sueño. La ansiedad carcomió sus sentidos. Cuando finalmente la droga comenzó a hacer efecto, se dio cuenta que esa mujer nunca existió. El cigarro estuvo prendido entre sus dedos. Le ardían las quemaduras, Se toco los parpados y le pesaban. Lloró de felicidad.

1 comentario:

  1. Excelente... Me gustó... pero acuérdate de lo que dijo Claudia Ivonne en el taller de escritura creativa.. "No subas nada sin estar perfecto", hay varios errores Ortográficos. : )
    Love U

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